viernes, 8 de noviembre de 2013

Trabajo al albur en el recinto portuario de Veracruz

Rodrigo Soberanes /@rodsantin

Enfrente del Mamis Bar, en la avenida Montesinos, paran los autobuses del "pulpo". Frenéticos se estacionan como pueden y tratan de ganarse el pasaje. De esas cajas de hierro descienden hombres de todas edades, complexiones y pesos; todos están quemados por el sol, algunos llevan una mochila y visten pantalón café y botas de trabajo. Otros, como los niños a los que sus papás no les han comprado el uniforme, van como pueden.

Cruzan la avenida, suben al Puente Morelos en ruinas (en construcción), cruzan por arriba la estación de ferrocarril y vuelven a bajar en la última escalera del lado izquierdo. Los escalones están llenos de envolturas de comida chatarra, igual que la calle Morelos, donde se reúnen tres veces al día, los cientos de trabajadores que acuden a la subasta de empleo, a las siete de la mañana, a las dos de la tarde y a las nueve de la noche.

Entre las calles de la Colonia Manuel Contreras, un suburbio del Puerto de Veracruz, llegan los obreros zigzagueando para evitar el sol en su recorrido. Enfrente de la derruida discoteca G, se paran los microbuses y se vacían dejando sobre la calle unos 20 trabajadores, algunos vigorosos y otros apenas pueden caminar por su edad. algunos con sus pelos húmedos y sus gorras en la mano para no estropear el peinado, otros, los viejos, llevan sus cachuchas en la cabeza. Dos de ellos estaban cojos y necesitaban ayuda para andar, no obstante, su condición no les impide portar su uniforme de obrero limpio y sus botas mineras impecables.

Desapareció el microbús y y el simpático barullo se desplazó, lento, hacia el embudo dispuesto bajo el puente. Caminan por Cervantes y Padilla y llegan justo a las grandes entradas en forma de media luna que conducen a la zona portuaria. En la polvosa calle Morelos hay mesas fabricadas en un momento de tablas y clavos oxidados, tienes sus sillas amarradas con cadenas. En las paredes hay ofertas de préstamos de dinero en efectivo, hay un puesto de sombreros de tela teñidos de camuflaje y gafas para el sol.

Los uniformados son los sindicalizados, los que llegan a trabajar con la certeza de que les van a dejar entrar a la zona portuaria a ganarse 500 pesos o más, depende; los que llegan en shorts, o pantalón de mezclilla y haciendo más preguntas que los otros, son "personal de apoyo", los que reciben los puestos que los sindicatos no requieren y se juntan en grupitos e intercambian información. Nos acercamos a platicar con uno de ellos, pero se nos adelantó con su pregunta:

-"¿Quieres piedra o polvo?"
-No, gracias, quiero que me platiques cómo es la movida de los nombramientos, ¿eres trabajador de lista?
-¡No!, soy de los burros, de los que andan metidos en el carbón, a los del sindicato les toca la papita, trabajan de a jefes, se paran en la sombrita y `haz esto, haz el otro´".
-¿Cuánto ganan los de lista y cuánto ganan ustedes?
-Ellos de 500 para arriba, nosotros ganamos 300 por turno (...) Mejor no hay que hacer iris, guarda tu libreta, dame tu teléfono y yo te hablo, te platico todo lo que quieras". Se esfumó el personaje después de dar su nombre, seguramente falso, y de negarse a dar su teléfono.

Impensable un lugar concurrido como éste sin un volovanero. Lo tratan con una familiaridad que explica por qué sólo es él y no varios volovaneros. A la hora precisa se instala otro comerciante, el taquero. Su puesto se llena en cinco minutos. Hay obreros que van de salida y otros que apenas llegan y no alcanzaron a comer en casa. Aumenta el ajetreo de bicicletas que llegan como ráfagas y se meten directo al gran almacén que es la antesala de la zona portuaria. Otros las dejan afuera amarradas con candado.

Siguen llegando, a la mayoría le entusiasma la idea de dar su parecer en una entrevista, pero no quieren que se conozca su identidad. Uno de ellos aguarda en la esquina, está haciendo tiempo para que den las 2:30 pm. bajo la sobra de un árbol y en compañía de dos jovencitas. Está adormilado, se espanta las moscas de los hombros descubiertos como un tic nervioso, pero lo hace lento.

José González dio por nombre. Según él, el trabajo es tan variable que entre las cuatro empresas que contratan abajo de puente Morelos, llegan a requerir entre 70 y 80 maniobristas en un día "bueno", sin embargo hay otros en que sólo le dan trabajo a unos cuatro. De hecho, aún siendo trabajadores sindicalizados, llegan a pasar rachas malas en que no hay trabajo por varios días,"tres o cuatro días sin chamba".

A decir del señor González, la base trabajadora, -"el músculo de las empresas", como se llaman ellos mismos-, sí preferiría tener un trabajo fijo. "eso te lo dejo de tarea para que lo informes, se tiene que quejar el líder (del sindicato), él es el que tiene que hacer esa onda -¿Lo ha hecho?-, me imagino que no"

Aún así, aseguró que es mejor trabajar en el puerto dos o tres días a la semana que "estar allá", es decir, en cualquier otro lugar que no sea el puerto en donde un obrero pueda encontrar un lugar.  Contrario a lo que dijo el comerciante, José González afirmó que los trabajadores de lista ganan 300 pesos por turno de ocho horas.

En la angosta calle Morelos o "Avenida Morelos", como dice el letrero de la esquina, apenas hay espacios para que se estacionen algunos vochos, sin embargo, hay un lugar bastante grande que nadie a ocupado. Ahí se estacionó un Cougar gris. Del gran lanchón bajó un hombre de unos 130 kilos que medía como 1.90m. con sus botas y pantalon de obrero. Amable, nos dio señas de cómo poder entrar a trabajar de obrero.

"Ahorita en la maniobra de coches nuevos hay bastante chamba, ve y pregunta por allá".

"¡Hoy no va a haber nada loco!", gritó uno de los que ya salían de trabajar. No causó gracia. El señor de gran tamaño continuó: "Aquí el que quiere chamba la encuentra, pero hay que venir todos los días, imagínate nomás, hay tres turnos", sin embargo, reconoció que no es tan sencillo, puesto que los puestos de trabajo dependen de una circunstancia que escapa de las manos de los obreros, puesto que "cuando los sindicatos y las empresas se ponen de acuerdo se abren las plazas, cuando no, no".

-Bueno, ¿qué hay que hacer para entrar?

-"Algunos del sindicato venden su lista, si se portan chidos, hasta en 10 mil o 15 mil pesos", dijo Miguel, pesado y sudoroso. Arreciaba el calor del medio día, el señor tenía que irse, cada pregunta lo retrasaba.

-¿Y para entrar como trabajador de apoyo?

-"Necesitas a alguien que te conozca para que te den un número de apoyo

Hay cargos que van desde el nivel uno, "esos no se abren nunca" hasta el cinco, en este nivel, los operadores "ganan hasta 500 varos por turno". .Seguían llegando, paraban a orinar en un terreno baldío que antes fue el patio común de una vecindario. Paulatinamente, el barullo de mercado se trasladó al interior, a la gran bodega donde se deciden las contrataciones.

De frente, hay una ventanilla donde se dan los "Nombramientos tierra/a bordo". La tabla de la esperanza advierte: "Probable personal a requerir durante el día". Loneros, trascabos, planas, cargador, wincheros, operador de container, retroexcavadora, grúa pato, etc. Junto está la oficina del oficial de nombramientos enmarcada por un reloj digital que cuenta la marcha atrás para que llegue la hora de la expectación.

Miguel, el hombre grande está sentado junto a una columna y no para de hablar para las ocho personas que lo rodean, en la otra columna cuatro obreros le pegan en la cabeza a uno que no es enano, pero casi.

Dos pequeñas torres están dispuestas en el lado derecho de la bodega para la repartición de las labores de los operadores.  A las 2:28 salieron dos oficiales uniformados con camisas azules de manga larga y con radios que utilizaban para comunicarse estando cada quien en su torre correspondiente y con las listas de los afortunados en la mano. Abajo acechaban los trabajadores con la mirada hacia arriba, expectante.

Al otro extremo comenzaron a requerir a los obreros, ahí van los de apoyo, pero se quedan en tras un varandal que los separa de la ventanilla donde un oficial le reparte los puestos de trabajo a los de pantalón kaki que llevan una ficha en la mano junto con su credencial de electol. En un proceso lento y constante, el filtro retiene a los de apoyo mientras que los demás entran a la zona portuaria. El ruido disminuye paulatinamente hasta que la calma regresa. Las conversaciones de los que se quedaron sin trabajo resaltan más gracias al eco de la bodega. A las nueve de la noche se abre una nueva oportunidad.

7 comentarios:

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