miércoles, 8 de febrero de 2012

Mataron al matón

Arturo Hernández Avilés volvió a casa 10 días después de recibir tres balazos. Rodeado de amigos y de buen ánimo, ve por la ventana a Oscar Rubio, su empleado que le salvó la vida y acabó con la de su agresor al propinarle una cortada en la cara.


La muerte de Pablo González Cariño, "El Pablito", de 33 años, está en boca de los habitantes de El Ojochal, y otras comunidades aledañas del municipio de Ignacio de la Llave que vivía asolado por el "matón a sueldo" que intentó extorsionar a Arturo Hernández, de 43 años, en su restaurante.


La madrugada del 25 de enero. El dueño de los tacos Richard y su empleado Oscar Rubio realizaban los primeros preparativos del día cuando llegó El Pablito armado con una pistola con la intención de cobrar una extorsión.


Los dos hijos del dueño fueron los primeros en ver la cara del matón. Cuando llegó el padre, los dos jóvenes estaban sometidos en el suelo. Entonces entró a su propiedad a buscar el dinero exigido y luego volvió.


El Pablito perdió los nervios cuando Oscar el nacatero (que se dedica a matar cerdos) entró en escena cuchillo en mano. Así lo narró un días después del incidente:


"Llegué a trabajar y puse mi agua a calentar, lo que acostumbro hacer para empezar a laborar y pues maté el marrano, lo pelé y lo iba a empezar a descuartizar cuando me percato que había un hombre amagándolos con un arma de fuego. Yo me salí por la parte de afuera y llegué por atrás de este individuo que los tenía tirados en el suelo.


"Al salir yo se percató, voltea, me ve y en ese momento le dispara a mi patrón y al instante me apunta con la pistola dispara y gracias a Dios no me pegó. Yo llevaba un cuchillo en la mano, reaccioné y le di una cortada por la mejilla y el también reaccionó y se me aventó encima volviéndome a apuntar con la pistola y me volvió a disparar pero se le encasquilló la pistola y fue cuando empezamos a forcejear y rodamos en el suelo, logré desarmarlo, aventé lejos la pistola.


Logré sujetarlo y amarrarlo y uno qué iba a pensar que iba a fallecer. Le soy sincero, la herramienta que yo uso es muy cortante, la uso para cortar carne y todo eso.


Lo amarré y seguí con mi labor esperando que llegaran las autoridades. Era muy temprano, al rededor de las 6 de la mañana. Y ya después empezó a llegar gente del pueblo y después la Cruz Roja y la ambulancia y se percataron de que ya había fallecido. Esto fue en defensa propia, yo no tenía porqué huir, simplemente me defendí".


Esa fue la última fechoría de El Pablito. Murió desangrado atado a un árbol con el rostro rebanado. Los que estaban en el lugar de los hechos lo dejaron morir y hasta lo humillaron mientras él se lamentaba de "haberla perdido" en un simple asalto, según cuentan algunas de las múltiples versiones de los hechos que corren en la región.


Ese mismo día, el comandante de la zona, Carlos Arredondo Triana, declaró:


"Ya tiene un historial, él tenía una demanda porque mató a un compañero y él huyó. Nunca se dejaba ver, él caminaba, nunca anduvo en carro. Era un hombre buscado por la justicia y mucha gente salió huyendo porque le tenían mucho temor. Mucha gente está levantando la mano al cielo. Era ingrato, no tenía corazón para nadie".


En la mañana del domingo 5 de febrero, las mesas de los Tacos Richard estaban todas ocupadas por comensales. Para quien no sabe qué ocurrió hace 10 días, puede ser una mañana cualquiera en ese popular negocio.


Pero los que están al tanto, saben que el dueño del negocio llegó hace un día a su casa ubicada en el traspatio del negocio, y que recuperó milagrosamente de tres impactos de bala propinados por su agresor.


Los que están al tanto saben también que hay clientes que no deberían estar ahí y lo más probable es que su desayuno sea un mero pretexto para enterarse de lo que está pasando en el lugar donde murió el matón de la Mixtequilla.


Los saludos y las sonrisas de un comensal que llega en un auto rojo son vistas con recelo por un grupo de hombres entrados en años que hacen antesala para visitar a su amigo convaleciente.


La esposa y uno de los hijos de la víctima trabajan sin parar. Cuando se les pregunta por Arturo Hernández, recorren con la mirada al interlocutor y vencen la desconfianza para acceder a pactar una entrevista con su familiar.


Para sorpresa de varios, llegó al lugar un hombre alto, regordete y tímido, con cabello despeinado y barba y bigotes crecidos. Es Oscar Rubio, el conocido héroe de la zona que para algunos debería mudarse de trabajo o no salir de su casa por un tiempo.


Él prefiere seguir trabajando con su patrón y no pensar en que podría ser víctima de una venganza por parte de "la gente" de El Pablito una vez que salió de la cárcel con ayuda de la comunidad agradecida con él.


Antes de comentar sobre lo ocurrido aquel día, pide a los reporteros que le ayuden a realizar una investigación para "saber quien soy" porque no conoce a su verdadero padre. Eso -dice- también lo trae inquieto.


-¿Que si voy a recuperar mi tranquilidad?, la verdad no. Ya no duermo igual. Tengo que andarme cuidando la espalda. Estamos en una tierra donde el rencor es muy fuerte y yo conozco la tierra que piso y ese hombrecillo tiene mucha gente de su lado".


La única medida de seguridad real que tiene es que ya no viaja a su trabajo en bicicleta, sino en autobús de pasajeros.


¿Remordimiento?, no parece tenerlo, "ya la debía bastante" y fue un acto en que se lanzó a las balas para salvar a su empleador y amigo. "Es un momento en que no se piensa mucho, solo pensé si es él o soy yo", dijo Oscar Rubio.


¿Ya viste a tu patrón?, se le preguntó.


"Entré tantito a verlo. Está mejor ya, desde ayer lo trajeron. Me vio, me abrazó y se puso a llorar. A mí me entró mucha nostalgia y me salí", contó.


El miedo no ha muerto


En el lugar se encontraban Jacinto González Martínez y su hermano Félix. Los dos habían dejado Ignacio de la Llave por amenazas del ahora difunto. Llegaron a visitar a Arturo Hernández.


Si bien reconocieron sentir alivio porque su agresor ya no está entre ellos, afirman que aún hay una denuncia interpuesta en contra de cuatro personas más que actuaban de la misma manera en la zona.


Según ellos, se sabe que El Pablito tiene "cuatro muertes declaradas", un antecedente que se queda corto comparado con el "vox populi" de la región donde se afirma que debía vidas en Tijuana y en el Puerto de Veracruz y además contaba con protección de personajes oscuros y poderosos de la zona. De ahí su impunidad, aseguran.


Don Félix es originario de la comunidad de Cerro de la Palma, igual que El Pablito. tiene seis meses de haberse ido al Puerto de Veracruz por amenazas de su vecino. "Me mandaba a decir que después de matar al difunto loco yo era el siguiente".


"Es cosa de Dios lo que sucedió. Ya se me quitó ese reverdadillo (mal estar estomacal), me mandaba a decir que ya sabía donde estaba al celular de las chamacas (sus tres nietas)".


Los hermanos entraron a ver a Arturo Hernández. Estaba sentado en una mesa. Se levantó para saludar y no paraba de hablar. Contaba a sus amigos lo bien que lo atendieron en el hospital. "Ya me estaban esperando, yo creo que pensaban que venía Lorenzo Lamas".


Unía las piezas del momento: "Yo perdí sangre, conciencia jamás", "yo caí como una papa ya madura de un árbol", "caminé y me resbalé", "yo me quedé cuando él (Oscar) hizo `así´" y describió el movimiento del brazo que hizo el que le salvó la vida.


De pronto, el propio Oscar apareció en la ventana y se miraron. Después siguió la primera conversación entre ellos desde el fatídico episodio. El patrón le dijo que entendía si no quería quedarse a trabajar con él, pero el trabajador le pidió seguir. Luego se fue a matar a un cerdo para hacer más tacos.