domingo, 29 de diciembre de 2013

El líder sindical que se compara con Dios


Rodrigo Soberanes

Pascual Lagunes ya había tomado la decisión de expulsar a 215 personas del sindicato de Trabajadores de Tenaris Tamsa. Su oficina estaba llena de sus allegados y él se tomaba un café; afuera del auditorio habían 500 elementos del orden y dentro, unos dos mil 500 obreros que coreaban su nombre.

El líder sindical, con 21 años en su cargo, convocó a una asamblea luego de los disturbios del 24 de diciembre dentro de las instalaciones de Tenaris Tamsa -la empresa más importante en Veracruz- en el que decenas de sus simpatizantes y detractores se enfrentaron con puños y armas.

"(A los 215 trabajadores) los hemos calificado como agitadores, totalmente traidores a esta gran organización sindical", le decía Lagunes a los reporteros, colocados entre el escritorio del controvertido líder y unas 15 personas con semblante serio que no perdían detalle de la entrevista.

A José Carlos Guevara Moreno, quien también se ostenta como el líder sindical de Tamsa, Pascual Lagunes lo llamó "títere", al asesor legal de los disidentes, Bartolo Guevara Malpica le dijo "malandro" y a Enrique Ruiz, otro de sus detractores, lo nombró "pobre diablo".

En tanto, en el malecón de la ciudad, Pascual Lagunes era satirizado por esos detractores con una botarga hecha a su semejanza, adornada con billetes, signos de pesos, una pala y frases con fuertes críticas hacia él.

También adelantó que tiene a 500 "jóvenes, buenos y sanos" esperando para recibir las 215 plazas que quedarían libres con la expulsión masiva decretada este viernes por la mañana y, más aún, adelantó que por lo menos seguirá en su cargo hasta el 30 de septiembre de 2016 "si mi Dios y mi gente quieren".

Cómodo, con esos buenos augurios y con la Marina, la Policía Estatal y la Policía Auxiliar cuidando el inmueble sindical, Pascual Lagunes se alistó para ir hacia el auditorio que coreaba si nombre y esperaba para votar a favor del despido de sus compañeros de trabajo.

"Quiero vean, les van a gritar `fuera, fuera, fuera´ y nadie se va a quedar sentado (…) Me siento mal, nunca quise tomar esta medida. Aunque tenga un apabullante apoyo para expulsarlos, no me siento bien", dijo Lagunes.

Y entró al auditorio.

"Se ve, se siente, Pascual está presente", "Pascual, amigo, la gente está contigo", le gritaban los miles de obreros que pasaron dos torniquetes de seguridad y cuatro revisiones de las fuerzas del orden para entrar en grupos al auditorio.

Posó para las cámaras entre obreros con puños alzados, subió al estrado, se sentó y tomó el micrófono. Pidió una disculpa por el breve retraso y los inconvenientes durante el acceso al inmueble. "Las medidas de seguridad en este caso no sobran", le dijo a la concurrencia.

Inició la asamblea. Se leyeron los artículos que respaldan la expulsión que todos querían y se dio cuenta de una serie de conductas en las que, según la feligresía de Lagunes, incurrieron los 215 obreros, cuyos números de empleado y nombres fueron leídos por un orador.

Después, el líder sindical ordenó: "a lo que venimos".

Y Aclaró: "no saben la pena que me da no haberlo hecho antes (decidir la expulsión), los expuse y me expuse a que nos hubieran matado (…) pienso en sus familias, pero se lo ganaron a pulso. ¡Hay que quitarnos esas lacras de encima! Dios sabe que tenemos que tomar la medida que tenemos que tomar".

Luego vino la lectura del dictamen y la expulsión. Se les juzgó "por rebeldía y sin necesidad de que estén presentes".

Este mismo viernes fue enviado un oficio a Tenaris Tamsa donde el sindicato pide el despido fulminante y sin liquidación de los 215 empleados. Es una de las consecuencias de una añeja pugna de poder dentro del sindicato y de la riña del 24 de diciembre.

"Dios y Pascual Lagunes siempre se los tendrán en cuenta", dijo el líder al final.

jueves, 19 de diciembre de 2013

La vida le juega otra pasada al pescador que halló un tesoro, fue apresado y exhonerado por la SCJN






Rodrigo Soberanes
Un pescador que encontró un tesoro prehispánico con lingotes y 42 piezas de oro en las costas de Veracruz, al sureste de México, fue encarcelado por "despojo", absuelto por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y vive ahora con mil 700 pesos al mes.

"Fue un hallazgo dicen que grandísimo, pero francamente para mí no es nada. Bueno hubiera sido que hubiera salido adelante pero hay ocasiones en que no tengo para comer y no tengo para vestir", se lamentó Raúl Hurtado Hernández, el pescador que halló las joyas.

Hombre de 64 años de corta estatura, pelo cano y piel curtida por el sol, recuerda que cuando estaba pescando una mañana hace 38 años, ya llevaba consigo una cosecha de 10 kilos de pulpo cuando vio el brillo de un metal en el agua que resultó ser un lingote de oro.

Al cabo de un año, en 1976, volvió a ese lugar de la zona norte de la ciudad de Veracruz y encontró las 42 piezas prehispánicas que ahora conforman el tesoro llamado "Las Joyas del Pescador" que se exhibe en el Baluarte de Santiago, un sitio turístico de la ciudad de Veracruz.

"Seguí pescando y en un año volví a encontrar otro pedazo igual, la mitad enterrado y la mitad destapado. Empecé a sacarlo se hizo un hoyo y empezó a salir todo lo demás", contó Raúl Hurtado.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tiene bajo resguardo las Joyas del Pescador y las exhibe como un tesoro "decomisado a un pescador que las encontró en el fondo del mar". 

De acuerdo con el INAH, las joyas -encontradas en un lugar conocido como Coral de Enmedio, en el norte de la ciudad de Veracruz- son el testimonio de envíos realizados a España en las naves que partían del Puerto de Veracruz y muestran las técnicas de producción de orfebrería en el México prehispánico.

El tesoro contiene un escudo de guerra, "chimalli", que es la pieza más representativa; barras y pendientes de oro, de acuerdo con la información disponible en torno a la exposición.

Fueron exhibidas por primera vez en Veracruz durante 1989 "cuando concluyó el juicio", según los folletos del INAH, cuyo departamento de comunicación social no tiene más información disponible sobre el proceso legal de Raúl Hurtado.

Miguel Campoamor, otro pescador de la región y conocido de Raúl Hurtado vivió de cerca la experiencia del hallazgo y los hechos que desencadenó. Recuerda una escena de los hijos de Raúl Hurtado jugando con los lingotes de oro en la arena como si estos fueron coches.

"Los niños jugaban con ellos, los amarraban y los arrastraban ahí en el patio pensando que era cobre, porque el oro cuando está en el mar queda rojizo", dijo Campoamor.

Cuando el autor del hallazgo se dio cuenta que tenía oro en sus manos, comenzó a vender los lingotes y las piezas a una joyería de la ciudad de Veracruz y con sus ganancias comenzó a construir una casa.

"Todas las joyas iban en un calcetín", contó Raúl Hurtado, recordando los mejores tiempos de su vida.

El pescador fue detenido en una fecha que ya no recuerda, el tesoro prehispánico fue decomisado y a él se le acusó por "despojo a la nación", purgando una pena de un año con dos meses de cárcel antes de que lo liberaran las autoridades, según cuenta a 37 años de su descubrimiento. 

"Llevé a trabajar a una de mis amistades de la colonia y ese canijo me echó a la justicia. Fueron a media noche por mí para llevarme a la fuerza.

Entrando a la cárcel, me dieron golpizas y golpizas. El delito para ellos era un robo. Decían que cómo iba a ser que yo estuviera gastando dinero siendo un simple pulpero", dijo Hurtado.

Un habitante de Veracruz durante esa época, Enoch Rodríguez, contó que las golpizas al pescador eran sabidas "en todo el pueblo", donde cada día se hablaba con fervor sobre el hallazgo de las joyas y el desenlace trágico para Raúl Hurtado.

"Fue el impacto de los días y de los meses, y a la vez triste" por ese caso que llegó a manos del abogado Luis Emilio Fuster, un litigante de renombre entre la sociedad veracruzana, recuerda Enoch Rodríguez

El caso del pescador preso por encontrar unas joyas pasó de un juzgado de distrito en Veracruz (causa penal 318/1976) a un tribunal unitario en Puebla, donde fue recibido un amparo directo interpuesto por Emilio Fuster, según contó el abogado.

Así, Hurtado quedó libre bajo caución y enfrentó el proceso en libertad. Recibió sentencia y ésta fue apelada por su defensa. La SCJN lo declaró inocente en 1979, recordó el litigante.

Poco tiempo después de salir de cárcel, Raúl Hurtado se casó por la iglesia con la mamá de sus hijos, Magdalena Aguilar. La ceremonia se realizó en la catedral de Veracruz y la misa fue oficiada por el Obispo José Guadalupe Padilla y Lozano, según las crónicas de la época recogidas en el libro El Tesoro de Moctezuma se Asoma, del cronista Vicente Contreras.

"Jamás se había realizado en Veracruz una boda de mayor concurrencia y de tanta emotividad de quienes asistieron, ni se había expresado mayor simpatía espontánea hacia una pareja", cuenta una nota del periódico El Dictamen, titulada: "Concurrida boda del Pulpero".

Desde 1976 Raúl Hurtado no ha vuelto a la zona donde encontró el tesoro. Ni en busca de fortuna, ni de pulpos. "Yo no me acerco para nada, no quiero problemas. Puede haber algo, pero siempre me van a estar vigilando (…) Estoy libre y estoy vivo, que es lo principal".

Como pescador de pulpos y dueño de un expendio de bebidas y comida en la playa (una "palapa") llamado Las Joyas del Pescador, Raúl Hurtado consigue menos de dos mil pesos mensuales de ingreso neto, y él y sus esposa consumen la mitad de su pesca.

Raúl Hurtado y su familia (tiene siete hijos adultos) podrían verse obligados a abandonar su negocio y la pesca en las playas del norte de la ciudad de Veracruz por la posible ampliación de la zona portuaria.

Su futuro depende del fallo de una juez sobre un amparo que pretende frenar la ampliación del Puerto de Veracruz, un proyecto que se construiría sobre las playas donde se desarrolló la historia de Las Joyas del Pescador.

Durante los más de 30 años que llevan las joyas en exhibición, Raúl Hurtado ha contado su historia a generaciones de periodistas y a grupos de escuelas que lo visitan para conocer al pescador de las joyas,

Salvo algún apoyo informal de parte de las autoridades, asegura que su hallazgo no le trajo ningún beneficio y también que ya no quiere hablar de las joyas.

"Francamente no me gusta contar la historia, yo quisiera olvidarla ya", dijo Raúl Hurtado Hernández.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Migración forzada y drogadicción "desconectan" a jóvenes indígenas

 Foto: Félix Márquez

Rodrigo Soberanes /@rodsantin

Unos jóvenes indígenas veracruzanos viven en barrios bravos de la capital del país y trabajan como albañiles. Otros -de su misma región- viven encerrados y desnudos en su comunidad de la sierra desde hace años. Unos consumen inhalantes y otros ya lo hicieron y lo pagaron con su salud mental.

En Xocotla, municipio de Coscomatepec, los niños no se esconden para drogarse porque es una práctica común que se hace a la luz del día. Algunos prefieren inhalar pinturas para uñas y otros, los pegamentos que traen los que vuelven de la ciudad de México a donde fueron a trabajar en construcciones.

Esa comunidad, con más de 10 mil habitantes, es la más poblada de su municipio, y sus autoridades calculan que al menos el 30 por ciento de los menores de edad, son adictos a los inhalantes y no tienen ninguna atención médica de las autoridades.

"Aquí la drogadicción ha aumentado. Los jóvenes de 10 a 15 años se drogan en cualquier punto del pueblo. Los inhalantes que más consumen son thinner, latas de pegamento de tubos PVC que traen los jóvenes mayores y les venden a los pequeños", dijo Teodomiro Cruz Ojeda, agente municipal de Xocotla.

Constructoras de la ciudad de México encuentran mano de obra barata en las regiones indígenas centrales de Veracruz llevándose a menores de edad a trabajar en sus obras.

Son trasladados a zonas marginales a vivir en departamentos de bajo costo en grupos de cuatro o cinco jóvenes. Allá ganan entre 1,000 y 1,200 pesos a la semana, mientras que en su comunidad no percibirían más de 500 pesos.

"Viven a tres horas del lugar de trabajo casi siempre o si no, en `campamentos´ o casas rentadas, pero nunca por la constructoras sino por el contratista y él los explota", dijo el activista Arael Morales a Jornada Veracruz.

En esos barrios, y con esas condiciones, ellos laboran, crecen, se divierten y se drogan.

Dos jóvenes de Coscomatepec que emigraron a la ciudad de México para trabajar en la construcción, contaron que saben de las consecuencias de consumir inhalantes, pero que sus razones para hacerlo son más fuertes.

"Es para darse valor y pasar el rato. Sabemos que podemos quedar locos", dijeron los jóvenes veracruzanos.

"Los barrios donde rentan están pesados y ellos pues le tienen que entrar al desmadre para ser aceptados", dice Arael Morales, también allegado al sector de la construcción en la ciudad de México.

                                                     Foto:Félix Márquez

El regreso

Los botes de inhalantes son llevados a Xocotla y vendidos entre los niños y jóvenes, dando como resultado -por ejemplo- peleas campales entre jóvenes armados con piedras y otras armas improvisadas, e incluso un incendio causado por un joven bajo los influjos de los inhalantes.

"La semana pasada un joven le prendió fuego a una vivienda y la verdad fue pérdida total. Nada más por un problemita que tuvo con su tío. No pudo desquitarse con él a pegarle, lo espió a que él no estuviera y le prendió fuego a su vivienda", contó el agente municipal a este diario.

Leonardo Tiburcio Amaro, habitante de Xocotla, es padre de un adolescente que cayó en los inhalantes en la ciudad de México y pasó cinco meses preso. Él contó su experiencia y cómo las adicciones han confinado a los jóvenes a vivir en condiciones inhumanas.

"Es triste cuando nosotros como padres de familia vivimos esa experiencia. Aquí en la comunidad muchos ya están desconectados, ya tienen que llevar un tratamiento especial. Es un tratamiento muy caro y aquí se vive al día", lamentó Tiburcio.

Modesta Chávez Rosas tiene un hijo de 19 años que vive encerrado en un cuarto de madera y hasta hace meses permanecía encadenado para evitar que saliera a la calle y agrediera a las personas.

Ella permitió ver a su hijo y pidió públicamente ayuda a las autoridades para pagar sus tratamiento.

El joven, en efecto, parece estar "desconectado" y lucha para hilar sus ideas y pedir que alguien lo ayude para "curarse" y poder salir de su cuarto, ponerse ropa, tolerar dormir en una cama e interactuar con las demás personas.  

Vive en la penumbra, en un cuarto sin ventanas, sin muebles, sin nada. La luz de las rendijas develan su cabello desaliñado, sus rasgos indígenas, su pecho lampiño y la cobija que aceptó a causa del intenso frío que azota la sierra en el invierno.

"Me siento como hormigado. Luego llegan otras personas y me preguntan y yo les digo que no sé lo que tengo", se escuchó desde su rincón. Y siguió, en voz baja:

"Luego me dicen que haga cosas pero no les hago caso. Me tengo que curar porque tengo que salir. Tengo que buscar la forma de cómo curarme… cómo curarme. El pecho es lo que me duele, aquí" (y se talla el pecho).

"¿Te drogabas?", le preguntó un conocido suyo.

"No… no, nunca me drogué. Sí me drogaba pero era con las pinturas. El activo sí y las pinturas, pero más el activo (…) Cuando ya estaba yo… ¿cómo se dice? bien feo, bien feo, ya no podía con la loquera.

Nomás veía pura gente, estaba yo bien, nomás cuando me empezaron a dar así cosas como de alocarme, ya no sabía más qué hacer, nomás daba vueltas de acá para allá, como rodando, así, abajo, en el piso".

"Quiero decirles que me ayuden, que ya estaría curado y ya no necesitaría yo más", pidió el adolescente, que pese a no recibir medicamentos, su comportamiento le ha valido que le retiren las cadenas que lo ataban a la pared.

Doña Modesta perdió a su esposo el 5 de julio pasado. Está sumida en el dolor y el desamparo. Ella y su hijo son uno de los rostros de la pobreza de Veracruz.

"Quisiéramos que alguien nos ayudara para el enfermo que ya tardó amarrado ahí, que lo llevaran a una rehabilitación porque yo ya sola qué cosa voy a poder hacer", pidió la mujer, con el cuarto de su hijo a sus espaldas.

Foto: Félix Márquez

lunes, 2 de diciembre de 2013

"¿Se pueden retirar? voy a dar a luz"



Rodrigo Soberanes

Maricruz Juárez Parra nació sin atención médica, en El Olvido. Una noche de mayo de hace 15 años, su madre le pidió a las visitas que se fueran y enseguida dio a luz en un cuarto con piso de tierra, paredes de madera y techo de lámina.

"Le pedí a mi marido que le diga a los señores que se vayan y que me oye uno de ellos y me dice: '¿por qué quiere usted que me vaya?', y le dije: no, no los estoy corriendo, ¡es que parece que voy a dar a luz!", contó la señora Trinidad Parra.

Maricruz, integrante de una familia indígena, contó su historia desde ese mismo cuarto donde nació, en la comunidad de El Olvido, en Coscomatepec, uno de los municipios con mayor rezago social de Veracruz, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), y con más adversidades para las mujeres de su edad.

Las visitas de la noche de su nacimiento eran unos albañiles que construían la escuela secundaria de esa comunidad serrana. Minutos después de que salieron del cuarto, una bebé recién nacida era arropada por su madre, quien yacía sobre una "sábana de costales".

Los embarazos tempranos, no deseados y no planeados, y el incremento en riesgo de contagio de enfermedades venéreas, abortos inseguros, violencia de género y defunciones maternas son parte de la vida en El Olvido por encima de la media estatal, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi 2010).

Maricruz, su hermana Julisa, de 16 años, y su amiga Miguelina Espinoza Torres, también de 16 años, estudian en el telebachillerato (Teba) de Huilotla, comunidad aledaña a El Olvido. Si se gradúan, serán unos casos aislados dentro de una comunidad indígena que, según sus testimonios, no quiere mujeres educadas.

Las tres están decididas en estudiar la universidad. Para ello caminan unos seis kilómetros cada día, soportan calificativos despectivos y se acuestan a altas horas de la noche. Nunca han incumplido con una tarea, según dicen, muy seguras durante la entrevista con Jornada Veracruz.

"No te puedes salir a trabajar a otro lado porque enseguida te inventan algo, incluso, a todas las que van al Teba les hacen chismes. Que las trae el novio, que hacen no se qué en el camino (…) con esa mentalidad, muchas prefieren no entrar para que no les hagan chismes", contó Maricruz.

"Pero nosotras vamos aunque nos inventen chismes", interrumpió Miguelina, apoyada por Julisa.
"Que digan misa, ellos se cansan más hablando de mí que lo que les hago caso. ¿Para qué voy a preocuparme? si estuviera preocupada por eso, nunca dejarían que fuese yo a la escuela", reiteró Julisa.

En Coscomatepec, 33 por ciento de la población de 15 años o más está clasificada como "analfabeta" y 82 por ciento del mismo rango de edad no ha completado la educación básica.

Según el Consejo Nacional de Población (Conapo), la mitad de los adolescentes de ese municipio serrano y con población predominantemente indígena, abandona los estudios a los 17.3 años de edad, con frecuencia, a causa de que inician una vida en pareja y la formación de una familia.

"Aquí las mujeres sirven para tener hijos y hacer tortillas", dijo Miguelina, y las tres adolescentes rieron, mientras doña Trinidad –mamá de siete mujeres– sonreía discretamente y preparaba café para todos.

El Consejo Nacional de Población (Conapo) señala que 98 por ciento de las mujeres de Coscomatepec de entre 15 y 19 años con vida sexual activa, conoce el uso de métodos anticonceptivos pero sólo el 45 por ciento los usa.

El Conapo sostiene que la reproducción en la adolescencia presenta un carácter de "involuntario", y uno de cada cuatro embarazos entre adolescentes, no fue planeado.

Maricruz, Julisa y Miguelina son tres jóvenes indígenas en la entrada de su edad reproductiva que quieren transgredir las costumbres de su pequeña comunidad de al rededor de 600 personas.

Asisten además a las sesiones del Proyecto Redes Comunitarias por la Salud, donde les hacen énfasis en el respeto y la protección de sus derechos sexuales y reproductivos.

Las tres coinciden en que, cuando logren cursar la universidad (es decir, si se salen de todas las tendencias que las rodean), regresarán a su comunidad a ayudar con sus conocimientos.
Maricruz quiere ser maestra, Julisa, doctora y Miguelina, también doctora.

"Quiero ser maestra, me gusta mucho bailar, me llaman la atención los viejitos, las personas que son pobres y de a tiro no tienen ni qué comer. O a las personas que tienen alguna enfermedad me dan mucha tristeza verlas", dijo la adolescente que nació minutos después de que su madre le diera de comer a un grupo de hombres en su modesta cocina.