Rodrigo Soberanes /@rodsantin
Alfredo Reyes vio
cómo sus cinco hijos y su esposa quedaron sepultados en la mina de arena donde
trabaja, el 10 de septiembre pasado, durante la tragedia donde murieron en
total 13 personas, en el municipio de Coscomatepec.
"Yo vi cómo
se desgajó el cerró y porqué fue. Ya habíamos pasado días que había llovido
diario, diario. Ahí el problema estuvo en que cayó un rayo y fue lo que desgajó
el cerro".
Alfredo cuenta su
historia envuelto en un misterioso autocontrol. Su sonrisa, sus ademanes
amables y su humildad exultante son como la capa de tensión superficial del
agua en un grandísimo contenedor.
"Se miró
bien feo, hasta tembló todo a la hora que ese rayo se clavó en el bordo. Yo
miré para arriba y vi que se desgajó y abarcó toda la carretera. Yo salí corriendo,
llegó como a cuatro metros de donde yo estaba parado.
Cuando me di la
vuelta la casa de mi suegra estaba derrumbada hasta abajo, ya di todo por
perdido porque mi casa era de madera. Le doy gracias a Dios que encontramos a
todos mis hijos.
Como dice la
canción, estoy agradecido con el de arriba porque se veía triste al ver todo
eso, yo me imaginaba a mis hijos, que se fueron la mayoría de chiquitos, ahí
adentro en la noche", contó Alfredo.
No fue fácil
encontrarlo para hablar con él. Siempre anda de un lado para otro, le salen
cosas que hacer, lugares a donde ir a distraerse y personas con quienes hablar.
Así vive Alfredo ahora entre las comunidades de Tecoac y Manzanatitla.
María Yolanda
Herrera Ramos, su esposa, murió junto a su madre, Juana Herrera y sus cinco hijos, informó en septiembre el
director de Emergencias de Protección Civil, Ricardo Maza Limón.
Los nombres de
los niños son Alfredo Reyes Herrera (11), Yadira Reyes Herrera (10), María
Jeanete Reyes Herrera (8), Anahí Reyes Herrera (5) y Aldo Reyes Herrera (11
meses).
La noticia de la
muerte de trece personas en una humilde comunidad indígena recorrió Veracruz,
México y el mundo. El gobernador Javier Duarte de Ochoa declaró desde
Manzanatitla, que su gobierno construiría nuevas casas a los afectados.
Hoy, nueve
sobrevivientes -incluyendo a Alfredo- viven en una casa prestada de dos cuartos
en la comunidad de Tecoac, donde fueron los funerales y donde ahora, todos
juntos, reciben terapia para ayudarlos a amainar su dolor.
Por el momento,
las nueve personas -que van desde mujeres de la tercera edad hasta niños- viven
juntos, "como una nueva familia" hecha de los que quedaron cuando
otras nueve familias fueron destruidas en un minuto por el alud de tierra y
arena.
"No sabemos
nada de lo que nos prometieron", dijo una de las mujeres afectadas, quien
perdió a su hermana en la tragedia y acababa de participar en una dinámica de
terapia colectiva con la psicóloga Araceli González Saavedra., de la ONG
Equifonía.
Los afectados
quisieron externar su queja pero descartaron dar sus nombres o hacer una
protesta pública por temor "a que se vayan a enojar los del gobierno"
y terminen por no darles sus casas.
"No queremos
hacer manifestaciones. No queremos perturbar y que nos manden a volar. Como
todavía no nos aseguran nada, le pensamos", agregó una de las mujeres que
figuran en las fotografías del día de la tragedia.
El ayuntamiento
de Coscomatepec ya donó los terrenos donde serán construidas sus casas pero el
gobierno estatal -afirman- no ha iniciado la construcción de las casas,
"ni siquiera hemos firmado lo que nos va a tocar", dijo una de ellas.
En tanto, la
nueva y particular "familia" sigue su día con día, compartiendo
gastos y obligaciones en una casita que en cualquier momento podría ser
requerida por su dueño, que vive en la cabecera municipal de Coscomatepec.
Y Alfredo, que
pasa la mayor parte del día afuera, sigue trabajando como operador de
maquinaria en el banco de arena que sepultó a sus hijos y esposa, a unos metros
de donde sus ojos vieron un rayo inusual, un derrumbe y, al otro día, los
cuerpos uno cerca del otro.
"Yo sigo
trabajando ahí donde mismo donde pasó el accidente, no le puedo echar la culpa
a mi patrón porque yo miré todo cómo sucedió. Si no hubiera estado, alomejor
hubiera dicho que tiene la culpa.
No me los iba a
hacer buenos (a sus hijos y su esposa) porque fue demasiado lo que yo perdí
pero yo miré cómo sucedieron las cosas y no puedo hablar ni de más ni de
menos".
Accidentes
así, cosa normal
Unas mil 500 personas
formaron la fila del cortejo fúnebre que desfiló acompañado de pausados
golpeteos de tambor por la serranía, en Tecoac, hasta llegar al Camposanto
donde despidieron a las 13 víctimas con un guiso y música.
Durante el
cortejo del sepelio, Jacobo Rodríguez, un empresario de la zona, dijo que los
accidentes de ese tipo son frecuentes desde hace años.
"Esto no es
desconocido para la región, ya ha pasado en otras ocasiones. También han habido
lesionados y muertos", contó el empresario de extracción de cantera
mientras cientos desfilaban en silencio.
Los pobladores de
esa región conocida como El boquerón trabajan en la extracción de arena sin
contratos ni medidas de seguridad.
"Son varias
las empresas que están trabajando fuera de normas, si una mina está trabajando
y tiene permiso, debe tener normas, eso quiere decir que se está trabajando
empírico sin que las autoridades prevengan", señaló Rodríguez.
Así, las personas
se lastiman o mueren con cierta frecuencia pero las comunidades lo perciben
como algo "natural" y asumen los riesgos a cambio de tener trabajo.
"Ha habido
mucho muerto, se han desbarrancado. Antes se trabajaba a puro pico y pala.
Cuando ya se comenzó a mecanizar, comenzaron los daños por los derrumbes. De
unos 10 años para acá", dijo.
"La gente de
aquí sobrevive porque los emplean en las minas. El detalle es ese, el hambre de
alguna manera hace que te calles. Los bancos son fuentes de trabajo y son
necesarios", dijo Jacobo Rodríguez.
Y ahora, ¿qué?
La noche del
alud, los conocidos de Alfredo le pidieron que se fuera a dormir, pero él se
rehusó porque seguía lloviendo y el agua iba a lavar la tierra y descubrir los
cuerpos. "Temprano los tenemos que encontrar", pensó. Y esperó.
Dos semanas
después del sepulcro, volvió a trabajar en la mina porque -como dice Jacobo
Rodríguez- la cosa es así y punto.
Pero dentro del
tipo afable que es Alfredo Reyes, hay más: "Por encima aparento estar bien
pero por dentro no puedo, no puedo… "