martes, 4 de febrero de 2014

Un rayo partió el cerro y sepultó a sus cinco hijos y a su esposa

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Rodrigo Soberanes /@rodsantin

Alfredo Reyes vio cómo sus cinco hijos y su esposa quedaron sepultados en la mina de arena donde trabaja, el 10 de septiembre pasado, durante la tragedia donde murieron en total 13 personas, en el municipio de Coscomatepec.

"Yo vi cómo se desgajó el cerró y porqué fue. Ya habíamos pasado días que había llovido diario, diario. Ahí el problema estuvo en que cayó un rayo y fue lo que desgajó el cerro".

Alfredo cuenta su historia envuelto en un misterioso autocontrol. Su sonrisa, sus ademanes amables y su humildad exultante son como la capa de tensión superficial del agua en un grandísimo contenedor.

"Se miró bien feo, hasta tembló todo a la hora que ese rayo se clavó en el bordo. Yo miré para arriba y vi que se desgajó y abarcó toda la carretera. Yo salí corriendo, llegó como a cuatro metros de donde yo estaba parado.

Cuando me di la vuelta la casa de mi suegra estaba derrumbada hasta abajo, ya di todo por perdido porque mi casa era de madera. Le doy gracias a Dios que encontramos a todos mis hijos.

Como dice la canción, estoy agradecido con el de arriba porque se veía triste al ver todo eso, yo me imaginaba a mis hijos, que se fueron la mayoría de chiquitos, ahí adentro en la noche", contó Alfredo.

No fue fácil encontrarlo para hablar con él. Siempre anda de un lado para otro, le salen cosas que hacer, lugares a donde ir a distraerse y personas con quienes hablar. Así vive Alfredo ahora entre las comunidades de Tecoac y Manzanatitla.

María Yolanda Herrera Ramos, su esposa, murió junto a su madre, Juana Herrera y sus  cinco hijos, informó en septiembre el director de Emergencias de Protección Civil, Ricardo Maza Limón.

Los nombres de los niños son Alfredo Reyes Herrera (11), Yadira Reyes Herrera (10), María Jeanete Reyes Herrera (8), Anahí Reyes Herrera (5) y Aldo Reyes Herrera (11 meses).

La noticia de la muerte de trece personas en una humilde comunidad indígena recorrió Veracruz, México y el mundo. El gobernador Javier Duarte de Ochoa declaró desde Manzanatitla, que su gobierno construiría nuevas casas a los afectados.

Hoy, nueve sobrevivientes -incluyendo a Alfredo- viven en una casa prestada de dos cuartos en la comunidad de Tecoac, donde fueron los funerales y donde ahora, todos juntos, reciben terapia para ayudarlos a amainar su dolor.

Por el momento, las nueve personas -que van desde mujeres de la tercera edad hasta niños- viven juntos, "como una nueva familia" hecha de los que quedaron cuando otras nueve familias fueron destruidas en un minuto por el alud de tierra y arena.

"No sabemos nada de lo que nos prometieron", dijo una de las mujeres afectadas, quien perdió a su hermana en la tragedia y acababa de participar en una dinámica de terapia colectiva con la psicóloga Araceli González Saavedra., de la ONG Equifonía.

Los afectados quisieron externar su queja pero descartaron dar sus nombres o hacer una protesta pública por temor "a que se vayan a enojar los del gobierno" y terminen por no darles sus casas.

"No queremos hacer manifestaciones. No queremos perturbar y que nos manden a volar. Como todavía no nos aseguran nada, le pensamos", agregó una de las mujeres que figuran en las fotografías del día de la tragedia.

El ayuntamiento de Coscomatepec ya donó los terrenos donde serán construidas sus casas pero el gobierno estatal -afirman- no ha iniciado la construcción de las casas, "ni siquiera hemos firmado lo que nos va a tocar", dijo una de ellas.

En tanto, la nueva y particular "familia" sigue su día con día, compartiendo gastos y obligaciones en una casita que en cualquier momento podría ser requerida por su dueño, que vive en la cabecera municipal de Coscomatepec.

Y Alfredo, que pasa la mayor parte del día afuera, sigue trabajando como operador de maquinaria en el banco de arena que sepultó a sus hijos y esposa, a unos metros de donde sus ojos vieron un rayo inusual, un derrumbe y, al otro día, los cuerpos uno cerca del otro.

"Yo sigo trabajando ahí donde mismo donde pasó el accidente, no le puedo echar la culpa a mi patrón porque yo miré todo cómo sucedió. Si no hubiera estado, alomejor hubiera dicho que tiene la culpa.

No me los iba a hacer buenos (a sus hijos y su esposa) porque fue demasiado lo que yo perdí pero yo miré cómo sucedieron las cosas y no puedo hablar ni de más ni de menos".

Accidentes así, cosa normal

Unas mil 500 personas formaron la fila del cortejo fúnebre que desfiló acompañado de pausados golpeteos de tambor por la serranía, en Tecoac, hasta llegar al Camposanto donde despidieron a las 13 víctimas con un guiso y música.

Durante el cortejo del sepelio, Jacobo Rodríguez, un empresario de la zona, dijo que los accidentes de ese tipo son frecuentes desde hace años.

"Esto no es desconocido para la región, ya ha pasado en otras ocasiones. También han habido lesionados y muertos", contó el empresario de extracción de cantera mientras cientos desfilaban en silencio.

Los pobladores de esa región conocida como El boquerón trabajan en la extracción de arena sin contratos ni medidas de seguridad.

"Son varias las empresas que están trabajando fuera de normas, si una mina está trabajando y tiene permiso, debe tener normas, eso quiere decir que se está trabajando empírico sin que las autoridades prevengan", señaló Rodríguez.

Así, las personas se lastiman o mueren con cierta frecuencia pero las comunidades lo perciben como algo "natural" y asumen los riesgos a cambio de tener trabajo.

"Ha habido mucho muerto, se han desbarrancado. Antes se trabajaba a puro pico y pala. Cuando ya se comenzó a mecanizar, comenzaron los daños por los derrumbes. De unos 10 años para acá", dijo.

"La gente de aquí sobrevive porque los emplean en las minas. El detalle es ese, el hambre de alguna manera hace que te calles. Los bancos son fuentes de trabajo y son necesarios", dijo Jacobo Rodríguez.

Y ahora, ¿qué?

La noche del alud, los conocidos de Alfredo le pidieron que se fuera a dormir, pero él se rehusó porque seguía lloviendo y el agua iba a lavar la tierra y descubrir los cuerpos. "Temprano los tenemos que encontrar", pensó. Y esperó.

Dos semanas después del sepulcro, volvió a trabajar en la mina porque -como dice Jacobo Rodríguez- la cosa es así y punto.

Pero dentro del tipo afable que es Alfredo Reyes, hay más: "Por encima aparento estar bien pero por dentro no puedo, no puedo… "