lunes, 2 de junio de 2014
La niña de 12 años que cabe en una reja de tomates encarna la miseria y la desidia oficial en #Veracruz
Rodrigo Soberanes /@rodsantin
Araceli Xochicale Porras tiene 12 años pero cabe en una reja de madera para transportar verdura. Esta niñita de la sierra de Zongolica que conmueve a su comunidad entera se quedó del tamaño de un bebé. No habla, apenas se comunica, a veces sonríe.
Es la hija mayor de la familia Xochicale Porras. La que le sigue, Edith, la procura todo el tiempo, es la que más cuida a la hermanita mayor que parece una muñeca de 60 centímetros metida en su cajita de madera observando en silencio a su alrededor.
El de Araceli es uno de al menos cuatro casos detectados en esa región del centro del estado de niños que no logran desarrollarse, por causas que los Servicios de Salud de Veracruz no han podido conocer y, por lo visto en casa de Araceli Xochicale, ya no están investigando.
Su pequeña casa de tablones y hojas de palma está en la comunidad de Comalapa 2, a una hora de viaje en transporte rural desde la cabecera municipal de Zongolica. Cualquier vecino de esa pequeña aldea conoce a Araceli y con frecuencia pasan a saludarla.
Todos han visto pasar a esa niña que debería estar entrando a la adolescencia colgada de la espalda de su padre, Mateo Xochicale, entre las barrancas de esa región serrana, rumbo a sus consultas médicas en Río Blanco, a más de dos horas de camino en transporte público.
Araceli y otros tres niños en condiciones similares viven en extrema pobreza en comunidades de Zongolica y han sido detectados desde enero de 2012, durante la administración de la ex alcaldesa Lidia Mezhua.
El caso de la niña de Comalapa 2 fue el primero en salir a la luz a pesar de que su padre, Mateo Xochicale, se dio cuenta de que no crecía cuando regresó de trabajar de Tijuana, teniendo su hija un año con ocho meses.
Sus viajes de trabajo por periodos prolongados continuaron a lo largo de los años y siempre, al llegar a casa, encontró a su niña del mismo tamaño. Le diagnosticaron hipotiroidismo y le recetaron pastillas de levotiroxina sódica desde 2012.
Desde esas fechas, sus papás, Mateo y Josefina Porras pensaban que podría desarrollarse, pero eso no ha pasado, y tiene más de un año que no pueden comprar las medicinas de Araceli.
Los reporteros preguntaron en el DIF Municipal de Zongolica por no sabían que existieran esos casos, que fueron dados a conocer por los medios de comunicación. En esos tiempos, el ex director del hospital del Río Blanco, Rafael de Jesús Picazo, decía:
"si toma bien el tratamiento pudiera recuperar algo de crecimiento pero no al 100 por ciento”.
Ella ahora no tendría ningún problema si al nacer le hubieran hecho la prueba del Tamiz “como a cualquier otro niño”. El problema –explicaba el especialista- es que en la sierra no se reportan los nacimientos de los niños y si nacen enfermos, la capacidad de reacción es nula.
No se sabe cuánto tiempo vivirán Araceli y los otros niños como ella. Pero es vox pópuli en el municipio que hay “bebés” que mueren a los 30 años. Son historias que han formado parte de la realidad de Zongolica.
Otro caso es el de Jerónimo San Miguel, de siete años de edad quien vive en la comunidad de Atexoxocuapa. Su enfermedad aún no ha sido determinada y vive en una cuna con sus ojos abiertos y sin capacidad de reacción alguna.
Elizabeth Zopiyactle vive en la comunidad Ruiz Cortines, una de las más lejanas a la cabecera municipal, tiene 21 años y cabe en una cuna para bebés. En esa misma comunidad y con las mismas características vive la "bebé" de 16 años, Angélica Colohua.
Y en Comalapa 2, Araceli pasa los días rodeada de sus hermanas menores que buscan comunicarse con ella. Le ponen flores en su cabeza, la sacan al aire fresco en su reja de madera, la bañan, le dan arroz, sopa y frijoles.
Se duerme a las ocho de la noche y despierta a las 11 de la mañana, pero este fin de semana, como sus padres fueron a Río Blanco para tener a su quinto hijo, Araceli durmió menos. Sintió su ausencia, dicen sus hermanas.
Este sábado nació otro hermanito que en menos de dos años será más grande que ella.
martes, 20 de mayo de 2014
Un asalto a su aldea, exilio hacia México, viajes en tren...y volvió sin piernas
Rodrigo Soberanes /@rodsantin
Progreso, Honduras.- La aldea El Filón quedó cercada por delincuentes armados que llegaron con un camión para llevarse todo el ganado. Nadie pudo entrar ni salir hasta que terminó el saqueo.
José Jeremías Hernández se quedó sin su patrimonio principal, que eran tres vacas. Como no pudo asimilar el atraco ni reponerse económicamente, se convirtió en migrante.
Hoy le faltan dos piernas. Las perdió cuando se cayó del tren, en México.
Ahora vive de nuevo en su aldea de tres mil habitantes, en las montañas de Yoro, uno de los estados más violentos de Honduras y con mayor nivel de expulsión de migrantes hacia el norte del continente.
El día fatídico fue el 25 de marzo de 2006, recuerda don Jeremías, un hombre que es uno de los extraños casos de personas que sobreviven de manera independiente como agricultor y ganadero.
"Por la delincuencia decidí irme del país. Hay grupos armados. Ahí en la comunidad entró un camión con gente armada y llenaron el camión de ganado. Se llevaron 18 animales, míos se llevaron tres.
Yo estaba fuera de la aldea, tenían las entradas tapadas, no dejaban entrar carros ni nada", relató don Jeremías Hernández.
-¿Se acuerda usted del momento en que decidió irse?, se le preguntó
"Si, fue así de repente por la delincuencia. Había ahorrado un dinero de mis cosechas, había comprado unas vaquitas y me las robaron, entonces ahí fue cuando yo me desesperé y me a decidí a huir una temporada".
Así, se aventó a la corriente migratoria que comienza en Progreso, capital de Yoro, y llegó a San Pedro Sula, la capital industrial de Honduras. Ahí tomó el famoso bus de las 12 de la madrugada que va hacia Agua Caliente -que es la frontera con Guatemala- con pura gente que dejará el país.
Sintió miedo por ver a la "gente maldosa" que ronda esa inhóspita frontera y, para su alivio, cruzó sin contratiempo y tomó otro bus en Esquipulas rumbo a la Ciudad de Guatemala.
Se enfiló a la frontera de El Ceibo, donde hay un gran tianguis en medio de la selva, junto a las oficinas de Migración mexicanas y un tramo carretero por delante de 40 kilómetros antes de llegar a Tenosique, Tabasco, la primer ciudad del país.
En Tenosique se le acabó la oportunidad de subirse a autobuses. Era de mañana, esperó hasta la tarde la partida del primer tren de carga. Y luego:
"No sé lo que pasó pero la cosa es que no le tuve miedo al tren y me sentía seguro de que lo agarraba. Cuando quise agarrarlo puse las dos manos en la escalera y con el aire me zafé y caí.
(Ya en el piso, con las piernas arrancadas) me jalé para que no me jalara el aire a en medio de la vía porque si no, quedaría deshecho".
Don Jeremías relata que no perdió el conocimiento nunca pero tampoco estaba consciente de lo que le había pasado. "No vi para abajo, el mismo dolor no me dejó, y Dios (…) Al otro día ya desperté mocho".
Su objetivo era quedarse en México una temporada para recuperar los ahorros que le robaron y después volver a su aldea con sus cuatro hijos y su esposa y rehacer su patrimonio.
En lugar de eso, volvió amputado de las dos piernas.
Pasó cinco meses en hospitales de Tabasco hasta que quedó apto físicamente para su retorno a casa. Un día salió de madrugada desde Tapachula y después, de nuevo, pasó por Agua Caliente. Ahora con una prótesis en cada pierna.
Llegó a su aldea con sus cuatro hijos. Hace siete años todos eran unos niños pequeños. Ahora necesitan ir a la escuela a Progreso pero no hay dinero para eso, pues don Jeremías ya no cultiva frijol, maíz ni café, como antes. Tampoco tiene vacas.
"Ahorita tenemos una pulpería (tienda de productos básicos). Ganado ya no porque cuesta más. Es la idea pero ahorita vamos a ver porque en este país cuesta que lo apoyen a uno, tanto el gobierno municipal como el nacional".
Cuenta que está agradecido con México porque la sangre que lleva se la metieron al cuerpo en Tabasco cuando le salvaron la vida con transfusiones después de que lo mutiló el tren. "Llegó un amigo que me regaló las prótesis y con eso me sentía yo feliz", dice don Jeremías.
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lunes, 5 de mayo de 2014
Soledad Atzompa, el pueblo indígena que se defiende solo
Rodrigo Soberanes
El "grupo de autodefensa" de Soledad Atzompa -en la sierra central de Veracruz- se presentó con autoridades de la Marina-Armada de México y de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) este domingo al medio día y juntos realizaron un recorrido por las comunidades de ese municipio.
Un convoy de cuatro unidades -dos de la Marina y dos de la SSP- arribó al medio día a la comunidad de Atzompa de ese municipio para conocer el la situación de inseguridad que se vive en esa región de la sierra central de Veracruz.
El alcalde Bonifacio Aguilar Landa platicó con los mandos de ambas instituciones y después envió a elementos de la Policía Municipal con integrantes de la "policía auxiliar" -quienes recalcaron que son un "grupo de autodefensa"- a realizar el recorrido.
El juez comunitario, Avelino Rafael Hernández, enfatizó en entrevista con medios de comunicación que los ciudadanos en tareas de seguridad se asumen como "un grupo de autodefensa" pedido por los habitantes de Soledad Atzompa.
"Es una autodefensa, no son policías, somos un grupo de autodefensa. El ayuntamiento tiene seis elementos y no pueden encargarse de todo el municipio porque es muy grande".
El pasado domingo, el alcalde Bonifacio Aguilar Landa dio a conocer en Veracruz la nueva organización ciudadana instituida en Soledad Atzompa, causando revuelo entre los medios de comunicación de Veracruz.
"Están enterados los ministerios públicos y los diputados de la zona. No voy a esperar a que sigan desapareciendo a más gente de mi municipio. Ya tenemos autodefensas, definitivamente", afirmó el presidente municipal.
También informó que las agencias del Ministerio Público de su región están enteradas de esa iniciativa. Los voluntarios que participan en el grupo no tienen armas de alto poder, solo algunos rifles "caseros".
El convoy fue guiado durante casi tres horas por la patrulla del municipio con cuatro civiles abordo que son integrantes del nuevo grupo de seguridad, que entró en funciones con la llegada de la actual administración municipal.
Los policías auxiliares le explicaron a los mandos de la Marina y la SSP cuáles son los puntos donde han colocado de manera intermitente sus puntos de revisión donde detienen sobre todo a vehículos foráneos.
En tanto, elementos de esas corporaciones iban tomando fotos y anotando la información que les daban en cada uno de los lugares, que eran generalmente cruces de caminos que comunican a varias comunidades.
En la comunidad de Tepaxapa, los mandos de la Policía Estatal encontraron a decenas de jornaleros que se acercaron a ellos para conocer el motivo de su presencia y expresarles sus inquietudes.
Una de sus preocupaciones es la presencia de autos de otros estados que -aseguran- son de supuestos delincuentes "que se vienen a esconder".
Un mando de la SSP los escuchó y dijo: "estamos aquí para apoyarlos, señores. Respetamos la política de la región, no vamos a tener problema alguno siempre y cuando todo sea bajo el régimen de la ley".
Desde un punto de revisión cercano a la comunidad de Atzompa, al rededor de las 18:00 horas, Hernández explicó que la entrada de vehículos ajenos a su municipio ha aumentado coincidiendo con el alza de delitos.
Mientras, los guardianes comunitarios encapuchados le hacían el alto a los vehículos con placas de otros estados y revisaba si traían armas o droga y les hacían algunas preguntas sobre el motivo de su presencia en el municipio.
Hernández detalló que "la gota que derramó el vaso" fue la desaparición hace dos meses del taxista José López, quien fuera candidato a la alcaldía de Soledad Atzompa por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) hace cuatro años.
"Era un buen hombre. Solo encontraron su taxi pero de él ya no se sabe nada", comentó uno de los "policías auxiliares".
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martes, 29 de abril de 2014
Los niños deportados ¿creen que van a la escuela?
Rodrigo Soberanes /@rodsantin
Los niños hondureños gritan, juegan, asoman sus cabezas y sacan sus bracitos por las ventanas del viejo camión escolar norteamericano. Pero no van a la escuela, son llevados de vuelta a su país en calidad de deportados.
Están en Corinto, uno de los poblados fronterizos de Honduras con Guatemala donde dos veces a la semana llegan camiones desde Tapachula, Chiapas, y dejan a los niños en manos de la policía.
Cuando llegan los camiones desde México, después de un viaje de más de 10 horas, la policía nacional de Honduras se aproxima flanqueando a los dos autobuses amarillo rotulados con la frase School bus.
Los autobuses de México y los de Honduras quedan de frente separados por 30 metros. En ese espacio, tras unos minutos, brota un olor a guardería cuando las mamás aprovechan para asear a sus bebés.
Mientras los hermanos mayores van llenando los camiones que los llevarán de vuelta a casa, las madres apuran a cambiar pañales, preparar mamilas y mudar de ropa a sus crías acostadas en el suelo.
Todo ocurre bajo la supervisión de los policías y de personal de la Cruz Roja Internacional, que ofrece atención médica, psicológica y almuerzos para los viajeros deportados.
El Centro Fray Matías de Córdoba contó casi 10 mil menores de edad deportados desde México hacia Centroamérica durante 2013, cifra que marca un incremento superior al 100 por ciento en dos años.
De acuerdo con esa organización de defensa de derechos humanos en 2011, 4 mil 100 menores fueron enviados de vuelta a sus países, mientras que en 2013, la cifra llegó a 9 mil 893.
Eso significa que entre 2011 y 2013, el número de migrantes menores que son enviados de vuelta a sus lugares de origen, aumentó en más de 5 mil 700.
Todas esas personas son aseguradas por el Instituto Nacional de Migración (INM) en su centro de detención de Tapachula, que es el más grande del país y de América Latina, de acuerdo con el especialista.
Una madre soltera que sostenía a su hija de cuatro años, y que no quiso revelar su nombre, contó que fue detenida en Las Choapas, Veracruz y estuvo detenida durando dos días en una estación migratoria.
No supo en dónde estaba. Aunque cerca de ahí está la garita de Acayucan, donde habría pasado otros dos días para luego ser llevada a Tapachula.
La mujer migrante, mamá de otros tres niños que se quedaron en casa, trataba de no ser vista por los policías para que no la llevaran a San Pedro Sula, a un albergue del Instituto Hondureño de la Niñez y la Familia (IHNFA).
Según Diego Lorente, ese centro tienen señalamientos por estar "tomado" por la pandilla Mara Salvatrucha.
Como ella, otra familia trataba de pasar desapercibida para no subir a los camiones amarillos.
"¡Nos hubieran cuidado cuando nosotros íbamos para allá no cuando nosotros venimos al país de nosotros!", exclamó la mujer.
"En el camino hay que correr con los niños, subir, bajar, aguantar hambre. Aguantar humillaciones. México es más difícil pasar, algunos mexicanos son malos y algunos son buenos", relató.
-¿Ahora qué hará?, se le preguntó.
"Ya voy pa´la casa. Me tengo que regresar… mala experiencia", dijo la mujer zanjando de tajo la conversación porque una amiga suya le hizo señas para que corrieran mientras los oficiales estaban despistados.
Las dos mamás con sus hijas se unieron a otra familia y trataron de entrar a su país de la misma forma en que salieron de él: a escondidas.
Finalmente fueron descubiertas por los policías y las conminaron a subir a los autobuses "escolares".
domingo, 27 de abril de 2014
La mujer indígena que quiere recordar cómo es el clima fuera de la cárcel
Rodrigo Soberanes /@rodsantin
Una mujer indígena de 23 años llamada Reyna Panzo Panzo dio a luz en la penumbra, a solas, nadie sabía que estaba embarazada. Su suegra escuchó el llanto infantil desde su cuarto antes de que la bebita perdiera la vida.
A ocho años de esa madrugada triste, Reyna pregunta desde su celda cómo es el clima afuera de los muros del Penal de Zongolica, en Veracruz. "¿Hace calor afuera? ", y se hace un breve silencio porque nadie le encontró lógica a su pregunta.
El
termómetro ronda los 30 grados adentro y afuera. La temperatura no
cambia al cruzar las rejas pero sí el resto de la realidad y solo Reyna
sabe cómo ha cambiado su percepción de la vida en sus años de encierro.
"Ojalá que pronto me voy (sic)", dice la mujer, ya con 31 años.
Reyna Panzo fue acusada de homicidio agraviado y sentenciada a 35 años de prisión, aunque una apelación ayudó a reducir su condena a 20 años.
Los hechos ocurrieron en la comunidad de Tzacuala, de Tehuipango, uno de los municipios más pobres del país. El esposo de Reyna había migrado a Estados Unidos huyendo de la miseria de esa región de Veracruz.
Según el expediente del caso, la mamá del esposo de Reyna se dio cuenta de la muerte de la bebé y avisó a los papás de la jovencita, quienes la llevaron con el síndico de su municipio y él a su vez la entregó al Ministerio Público.
La defensa de la acusada afirma que, por obvias razones, no quería que sus suegros supieran de su embarazo pero también aseguran que las causas de su gravidez no han sido establecidas.
Reyna nació y creció en una región donde los derechos de las mujeres , en la práctica, no se aplican cabalmente, y son violentadas de manera sistemática sin derecho al acceso pleno a la justicia.
Adriana Fuentes Manzo, abogada de la ONG, Equifonia, lo explica:
Su suegra asumió que la bebé fue producto de una infidelidad y que Reyna la mató, por lo tanto, le avisó a los papás. Ellos también lo asumieron así y llevaron a su hija con un funcionario municipal.
Ese funcionario asumió funciones judiciales y llevó a Reyna -que no hablaba español- ante el ministerio Público donde no tuvo el derecho a contar con un traductor. Por lo tanto, no pudo dar su versión de manera clara en su declaración preparatoria.
"A nadie le importó su salud. Su derecho a la presunción de inocencia no se hizo valer, ¿Se le dio el debido proceso? hay falta el análisis de las circunstancias. Hay muchas dudas.
Lejos de si lo hizo o no lo hizo, no se le garantizaron sus derechos. La autoridad, desde el momento en que la remiten, hizo una valoración. Sin derecho a la presunción de inocencia", dijo la abogada a este diario.
En la neurocirugía realizada a la bebé indica que la causa de su muerte fue un traumatismo craneoencefálico. Además, se establece que la recién nacida tenía una herida en el rostro causada por unas tijeras.
La abogada de Equifonía (que se dedica a defender los derechos de las mujeres), cree que si Reyna hubiera querido perder a su bebé, no habría esperado hasta los nueve meses.
Con la defensa legal de Reyna recién asumida, esa organización intentará comprobar que el Ministerio Público no le facilitó un traductor a la acusada y que tampoco tuvo el derecho a la presunción de inocencia.
Creen que nunca se valoró la posibilidad de un accidente y que la mujer indígena de 28 años es una presunta culpable víctima del sistema judicial. "El punto central es saber si tuvo las garantías del procedimiento", explica Adriana Manzo.
Reyna tiene dos hijos más. Uno concebido antes de su encierro y otro más de cinco años de edad que dio a luz dentro de la cárcel.
Sentada en una silla de plástico junto a su cama, la mujer le da vueltas al entramado judicial que la tiene encerrada. Le cuesta asumir que ya lleva ocho años encerrada y quiere salir.
"Más mejor que me vaya ya", dice, con voz tenue, ante la mirada de una custodia que vigila la plática de Reyna con las representantes de Equifonía.
martes, 4 de febrero de 2014
Un rayo partió el cerro y sepultó a sus cinco hijos y a su esposa
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Rodrigo Soberanes /@rodsantin
Rodrigo Soberanes /@rodsantin
Alfredo Reyes vio
cómo sus cinco hijos y su esposa quedaron sepultados en la mina de arena donde
trabaja, el 10 de septiembre pasado, durante la tragedia donde murieron en
total 13 personas, en el municipio de Coscomatepec.
"Yo vi cómo
se desgajó el cerró y porqué fue. Ya habíamos pasado días que había llovido
diario, diario. Ahí el problema estuvo en que cayó un rayo y fue lo que desgajó
el cerro".
Alfredo cuenta su
historia envuelto en un misterioso autocontrol. Su sonrisa, sus ademanes
amables y su humildad exultante son como la capa de tensión superficial del
agua en un grandísimo contenedor.
"Se miró
bien feo, hasta tembló todo a la hora que ese rayo se clavó en el bordo. Yo
miré para arriba y vi que se desgajó y abarcó toda la carretera. Yo salí corriendo,
llegó como a cuatro metros de donde yo estaba parado.
Cuando me di la
vuelta la casa de mi suegra estaba derrumbada hasta abajo, ya di todo por
perdido porque mi casa era de madera. Le doy gracias a Dios que encontramos a
todos mis hijos.
Como dice la
canción, estoy agradecido con el de arriba porque se veía triste al ver todo
eso, yo me imaginaba a mis hijos, que se fueron la mayoría de chiquitos, ahí
adentro en la noche", contó Alfredo.
No fue fácil
encontrarlo para hablar con él. Siempre anda de un lado para otro, le salen
cosas que hacer, lugares a donde ir a distraerse y personas con quienes hablar.
Así vive Alfredo ahora entre las comunidades de Tecoac y Manzanatitla.
María Yolanda
Herrera Ramos, su esposa, murió junto a su madre, Juana Herrera y sus cinco hijos, informó en septiembre el
director de Emergencias de Protección Civil, Ricardo Maza Limón.
Los nombres de
los niños son Alfredo Reyes Herrera (11), Yadira Reyes Herrera (10), María
Jeanete Reyes Herrera (8), Anahí Reyes Herrera (5) y Aldo Reyes Herrera (11
meses).
La noticia de la
muerte de trece personas en una humilde comunidad indígena recorrió Veracruz,
México y el mundo. El gobernador Javier Duarte de Ochoa declaró desde
Manzanatitla, que su gobierno construiría nuevas casas a los afectados.
Hoy, nueve
sobrevivientes -incluyendo a Alfredo- viven en una casa prestada de dos cuartos
en la comunidad de Tecoac, donde fueron los funerales y donde ahora, todos
juntos, reciben terapia para ayudarlos a amainar su dolor.
Por el momento,
las nueve personas -que van desde mujeres de la tercera edad hasta niños- viven
juntos, "como una nueva familia" hecha de los que quedaron cuando
otras nueve familias fueron destruidas en un minuto por el alud de tierra y
arena.
"No sabemos
nada de lo que nos prometieron", dijo una de las mujeres afectadas, quien
perdió a su hermana en la tragedia y acababa de participar en una dinámica de
terapia colectiva con la psicóloga Araceli González Saavedra., de la ONG
Equifonía.
Los afectados
quisieron externar su queja pero descartaron dar sus nombres o hacer una
protesta pública por temor "a que se vayan a enojar los del gobierno"
y terminen por no darles sus casas.
"No queremos
hacer manifestaciones. No queremos perturbar y que nos manden a volar. Como
todavía no nos aseguran nada, le pensamos", agregó una de las mujeres que
figuran en las fotografías del día de la tragedia.
El ayuntamiento
de Coscomatepec ya donó los terrenos donde serán construidas sus casas pero el
gobierno estatal -afirman- no ha iniciado la construcción de las casas,
"ni siquiera hemos firmado lo que nos va a tocar", dijo una de ellas.
En tanto, la
nueva y particular "familia" sigue su día con día, compartiendo
gastos y obligaciones en una casita que en cualquier momento podría ser
requerida por su dueño, que vive en la cabecera municipal de Coscomatepec.
Y Alfredo, que
pasa la mayor parte del día afuera, sigue trabajando como operador de
maquinaria en el banco de arena que sepultó a sus hijos y esposa, a unos metros
de donde sus ojos vieron un rayo inusual, un derrumbe y, al otro día, los
cuerpos uno cerca del otro.
"Yo sigo
trabajando ahí donde mismo donde pasó el accidente, no le puedo echar la culpa
a mi patrón porque yo miré todo cómo sucedió. Si no hubiera estado, alomejor
hubiera dicho que tiene la culpa.
No me los iba a
hacer buenos (a sus hijos y su esposa) porque fue demasiado lo que yo perdí
pero yo miré cómo sucedieron las cosas y no puedo hablar ni de más ni de
menos".
Accidentes
así, cosa normal
Unas mil 500 personas
formaron la fila del cortejo fúnebre que desfiló acompañado de pausados
golpeteos de tambor por la serranía, en Tecoac, hasta llegar al Camposanto
donde despidieron a las 13 víctimas con un guiso y música.
Durante el
cortejo del sepelio, Jacobo Rodríguez, un empresario de la zona, dijo que los
accidentes de ese tipo son frecuentes desde hace años.
"Esto no es
desconocido para la región, ya ha pasado en otras ocasiones. También han habido
lesionados y muertos", contó el empresario de extracción de cantera
mientras cientos desfilaban en silencio.
Los pobladores de
esa región conocida como El boquerón trabajan en la extracción de arena sin
contratos ni medidas de seguridad.
"Son varias
las empresas que están trabajando fuera de normas, si una mina está trabajando
y tiene permiso, debe tener normas, eso quiere decir que se está trabajando
empírico sin que las autoridades prevengan", señaló Rodríguez.
Así, las personas
se lastiman o mueren con cierta frecuencia pero las comunidades lo perciben
como algo "natural" y asumen los riesgos a cambio de tener trabajo.
"Ha habido
mucho muerto, se han desbarrancado. Antes se trabajaba a puro pico y pala.
Cuando ya se comenzó a mecanizar, comenzaron los daños por los derrumbes. De
unos 10 años para acá", dijo.
"La gente de
aquí sobrevive porque los emplean en las minas. El detalle es ese, el hambre de
alguna manera hace que te calles. Los bancos son fuentes de trabajo y son
necesarios", dijo Jacobo Rodríguez.
Y ahora, ¿qué?
La noche del
alud, los conocidos de Alfredo le pidieron que se fuera a dormir, pero él se
rehusó porque seguía lloviendo y el agua iba a lavar la tierra y descubrir los
cuerpos. "Temprano los tenemos que encontrar", pensó. Y esperó.
Dos semanas
después del sepulcro, volvió a trabajar en la mina porque -como dice Jacobo
Rodríguez- la cosa es así y punto.
Pero dentro del
tipo afable que es Alfredo Reyes, hay más: "Por encima aparento estar bien
pero por dentro no puedo, no puedo… "
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viernes, 3 de enero de 2014
Alcaldesa de Alvarado, detenida para enfrentar cargos de homicidio doloso
Rodrigo Soberanes
La ex alcaldesa de Alvarado, Sara Luz Herrera Cano, fue detenida este jueves en un hotel de ese municipio acusada de ser la autora intelectual del homicidio de su secretario particular.
La Procuraduría General de Justicia de Veracruz (PGJE) informó que detuvo a la ex alcaldesa en la cabecera municipal de Alvarado y la trasladó a sus instalaciones en la ciudad de Veracruz donde se encuentra en estos momentos.
Sara Herrera fue llevada a las instalaciones de la Agencia Veracruzana de Investigaciones de la PGJ en una camioneta Durango negra escoltada por vehículos de la AVI e ingresada por la parte trasera del inmueble.
"La PGJ, a través de la Agencia Veracruzana de Investigaciones (AVI), detuvo a la ex alcaldesa de Alvarado, Sara Luz Herrera Cano, señalada como autora intelectual del homicidio doloso calificado en agravio de quien fuera su secretario particular, Michel Martínez Corro", informó la fiscalía en un comunicado.
Fuentes extraoficiales informaron que la detención
ocurrió en un hotel del municipio de Alvarado. Jornada Veracruz intentó
obtener detalles de la detención pero el personal del negocio declinó a
dar información.
Sara Herrera está acusada de ser la autora intelectual de su ex secretario particular, Michel Martínez Corro, quien fue encontrado muerto el 13 de agosto pasado dentro del patio de una casa de Alvarado.
El 24 de octubre pasado, la Procuraduría pidió al congreso Local de Veracruz el desafuero de la entonces alcaldesa para poder llevarla ante la justicia pero los diputados no realizaron ese procedimiento.
Un día después, Sara Herrera declaró a los medios de comunicación que los señalamientos en su contra eran falsos y se dijo víctima de una persecución política.
El pasado 31 de diciembre, Sara Herrera acudió a la entrega de poderes en el palacio municipal de Alvarado.
Apenas este jueves, la ex edil había declarado al portal de noticias Cambio Digital que estaba tranquila en Alvarado y disfrutando de haber dejado el cargo de presidenta municipal.
"Aquí estoy, siento como que algo se me desprendió de mi cuerpo, una tranquilidad (…) He dormido muy bien sin pastillas ni nada. Súper bien. Ya no es eso de despertarme a las 5 de la mañana y tomar pastillas para dormir", declaró.
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